Hallé una piel que semejaba el mármol,
en un sueño desviado de dulzores e insidias.
La quimera, la nada, el engaño:
un cansancio pequeño
que se aleja en la niebla.
Como una frase interrumpida.
el silencio ha llegado, turbiamente.
De todas las promesas
tan sólo se cumplió la soledad.
A su amparo me miro:
soy siempre el afrentado,
sin más que esta limosna,
igual a una moneda.
Es un mendrugo a cambio
de tanta compasión dorada.
que he dado porque sí,
para pagar un cielo inexistente.
Diluidas oraciones que no escucho
disuelven en las calles
arrullos de piedad inmerecida
en la lenta nostalgia de jazmines.
Soy uno más que no creyó en los ángeles
ni ellos creyeron mis mentiras.
Nada heredé ni nada dejo:
se secarán los árboles, se irán los hijos.
Carezco de pasado pues he muerto
del todo en este tiempo, día a día.
Y el alma fue egoísta, es por eso
que elegí no sentirla.
No pude hacerme amar ni hacerme perdonar.