Alguien que no soy yo lleva la cuenta de las horas felices, de las tardes en que tuvo al amor como aliado, de las noches libradas cuerpo a cuerpo.
Alguien que no soy yo sale de casa y rompe sus cadenas, como aquellos que, tras cumplir con su dolor, un día cualquiera se fugaron de la muerte.
Ese alguien eleva su corazón al cielo; abarca el horizonte y elige su destino, aunque al final se interne dentro de mí y escriba.
M. Sanz
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