Es mi vida que en su vida palpita. Es la llamada tibia de mi alma que se ha ido a cantar entre sus rimas. Es la inquietud de viaje de mi espíritu que ha encontrado en su rumbo eterna vía. El y yo somos uno. Uno mismo y por siempre entre las cimas; manantial abrazando lluvia y tierra; fundidos en un soplo ola y brisa; blanca mano enlazando piedra y oro; hora cósmica uniendo noche y día.
El y yo somos uno. Uno mismo y por siempre en las heridas. Uno mismo y por siempre en la conciencia. Uno mismo y por siempre en la alegría.
Yo saldré de su pecho a ciertas horas, cuando él duerma el dolor en sus pupilas, en cada eco bebiéndome lo eterno, y en cada alba cargando una sonrisa.
Y seré claridad para sus manos cuando se vuelquen a trepar los días, en la lucha sagrada del instinto por salvarse de ráfagas suicidas.
Si extraviado de senda, por los locos enjaulados del mundo, fuese un día, una luz disparada por mi espíritu le anunciará el retorno hasta mi vida.
No es él el que me lleva? Es su vida que corre por la mía.
Se recogió la vida para verme pasar. Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne y fui resbalándome poco a poco al alma.
Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante. Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante que se abría en mi interior, y me llegué hasta mí, íntima.
Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo y me hice paisaje lejos de mi visión.
Me conocí mensaje lejos de la palabra. Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas. Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el hombre.
* * * *
Ha sonado un reloj la hora escogida de todos. ¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma. Las cosas circundantes reconquistan color y forma. Los hombres se mueven ajenos a sí mismos para agarrar ese minuto índice que los conduce por varias direcciones estáticas.
Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho. Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión. Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.
La forma que se aleja y que fue mía un instante me ha dejado íntima. Y me veo claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el hombre.
Julia de Burgos
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