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Boca de llanto, me llaman tus pupilas negras, me reclaman. Tus labios sin ti me besan. ¡Cómo has podido tener la misma mirada negra con esos ojos que ahora llevas! Sonreíste. ¡Qué silencio, qué falta de fiesta! ¡Cómo me puse a buscarte en tu sonrisa, cabeza de tierra, labios de tristeza! No lloras, no llorarías aunque quisieras; tienes el rostro apagado de las ciegas. Puedes reír. Yo te dejo reír, aunque no puedas. Jaime Sabines
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