La mitad de un recuerdo cada uno.
Yo no quiero que se olvide nada.
Pero le tengo tan poquita confianza a mi memoria,
que te propongo dividirnos los recuerdos:
una vez escribí un pequeño poema con marcador negro
sobre el vidrio de un cuadro y en una de esas mañanas agitadas
de limpienza general le pasaron un trapo y lo borraron.
Quise volver a hacerlo, armé un rompecabezas de palabras,
pero por más que me esforcé, aquel breve poema
fue a dar a una caja gigantesca y lejana, que nadie sabe donde está,
custodiada por duendes o mariposas,
una caja a la que van a dar todas las cosas queridas que se pierden.
No, no me digas que peguemos fotografías en un álbum :
en esa caja hay cientos de millones de álbumes de fotografías.
Tampoco me pidas que lo escriba en un cuaderno.
En esa caja hay cientos de millones de cuadernos.
Lo nuestro, lo que vivimos vos y yo en estos años de amor,
solamente permanecerán vivo si lo anotamos en el corazón.
La mitad de un recuerdo cada uno,
y de vez en cuando juntarnos a armarlos,
y hacer vivir de nuevo las horas amarillas de sol,
las horas celestes de las tardes movedizas como ríos.
Las horas de sal no. La sal hace arder los ojos y los pone a llorar.
Yo me quedo con las rosa, vos quedate con el río.
Y al unirlos, será el nombre de la ciudad
en donde nos conocimos: Rosario.
Vos quedate con el beso y yo con el temblor.
Vos con la música y yo con la letra de las canciones que nos gustan.
Vos con los paisajes montañosos que vimos y que te gustan tanto.
Tierras color de malva, de guinda, de esmeralda.
Arboles descolgándose hacia los precipicios,
pueblitos como hechos de cerámica.
Yo me quedo con el mar. El mar es una parte de mi cuerpo.
Es lo que dentro de mi batalla y clama,
lo que a veces me empuja por la calle, cantando,
lo que lava con magia mi fatiga.
Vos quedate con el gesto posado
con que me miro en el espejo y te da risa.
Yo me quedo con la acuarela celeste fuerte de tus ojos
y con los redondeles de humo que dibujás en el aire cuando fumás.
Vos ordená los cuentos que te hago de mi infancia,
los olores del pasto, del jazmín, del chicken pie, la torta de manzana,
los escones, el té verde, el maquillaje en polvo,
la bolsita con flores de lavanda perfumando
las sabanas adentro del ropero con el espejo enorme ...
Yo ordenaré los cuentos de tu niñez con espejuelos rotos,
rodillas lastimadas, torres de milanesas, obligatoria sopa,
un tío llamado Mayo, y un acento español
flotando en la casona de la incansable abuela.
Vos quedate conmigo.
Yo me quedaré con vos.
Así, de esta manera, sólo estando juntos podremos ser vos y yo.
Y no me digas que ésto es una trampa para atarte. Porque yo lo sé bien :
sí, es una trampa para atarte. Una de esas trampas sin malicia,
totalmente permitida en el amor.
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