Era un pueblo de la India cerca de una ruta principal de
comerciantes y viajeros. Acertaba a pasar mucha gente por
la localidad. Pero el pueblo se había hecho célebre por
un suceso insólito: había un hombre que llevaba
ininterrumpidamente dormido más de un cuarto de siglo.
Nadie conocía la razón. ¡Qué extraño suceso! La gente que
pasaba por el pueblo siempre se detenía a contemplar
al durmiente. "¿Pero a qué se debe este fenómeno?"
se preguntaban los visitantes.
En las cercanías de la localidad vivía un eremita. Era un
hombre huraño, que pasaba el día en profunda contemplación
y no quería ser molestado. Pero había adquirido fama de saber
leer los pensamientos ajenos. El alcalde mismo fue a visitarlo
y le rogó que fuera a ver al durmiente por si lograba saber la
causa de tan largo y profundo sueño. El eremita era muy noble
y, a pesar de su aparente adustez, se prestó a tratar de colaborar
en el esclarecimiento del hecho.
Fue al pueblo y se sentó junto al durmiente. Se concentró
profundamente y empezó a conducir su mente hacia las
regiones clarividentes de la conciencia. Introdujo su energía
mental en el cerebro del durmiente y se conectó con él. Minutos
después, el eremita volvía a su estado ordinario de conciencia.
Todo el pueblo se había reunido para escucharlo.
Con voz pausada, explicó:
--Amigos, he llegado, sí, hasta la concavidad central del cerebro
de este hombre que lleva más de un cuarto de siglo
durmiendo. También he penetrado en el tabernáculo
de su corazón. He buscado la causa. Y, para vuestra
satisfacción, debo deciros que la he hallado. Este hombre
sueña de continuo que está despierto y, por tanto,
no se propone despertar.
D/A