Ratos ingratos de pasión que en mi soledad me atosigan, las caricias hacen eco en estos muros blancos.
Del suelo brota una cama improvisada, un cartón y unas sábanas mojadas. Las huellas de tus manos siguen en las paredes y en mi cuerpo.
Recuerdo las siestas clandestinas tardes soleadas con aroma a sexo paseando por las nubes y en tu pecho después de una charla corporal.
Cómplices son estás paredes blancas que nos guardan un trozo de intimidad que guardan la tibieza de nuestra humedad, cómplice, ahora ausente tu virilidad.
Cómplice esta cama improvisada que amortiguó tanto lujo de violencia que hoy sólo carga lo pesado de tu ausencia y a este deseo lleno de melancolía.
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