Por Gaby Vargas.
¿Qué piensa usted sobre los emos, punks, skin-heads, darks y demás tribus urbanas que hoy se dan como fenómeno social?', me pregunta un reportero, hace poco, en la ciudad de León, Guanajuato, al término de una conferencia. Lo primero que viene a mi mente, es la pregunta que encabeza esta entrega.
Esto no es nada nuevo y, al mismo tiempo, lo es. Durante todas las épocas de la historia moderna, hemos tenido diferentes manifestaciones de protesta de los jóvenes contra lo establecido: lenguaje, peinado, música, tatuajes, formas de vestir, lugares que frecuentar y demás expresiones de comunicación. Códigos internos que marcan una pertenencia y una diferencia con el resto del mundo. Una personalidad e ideología propias, que con la madurez se dejan.
Lo que considero preocupante es que, aunado a lo anterior, hoy tenemos un pequeño factor que se suma, una nueva forma de convivir en la familia en la que hoy todos buscamos adaptarnos: mamá, hijos, abuelos, esposo.
A este cambio lo considero la revolución social más grande de los últimos tiempos. ¿Cuál es? La mujer, la mamá y señora de la casa, ya no estamos en casa. Así de simple.
Las mujeres estamos muy orgullosas de las oportunidades que hoy tenemos.
Nos lo hemos ganado a pulso. La conquista no ha sido fácil y nos ha requerido un largo camino de esfuerzo, lucha y sacrificio. Mantener varias pelotas girando en el aire al mismo tiempo es nuestra virtud. Sin embargo, y sin duda, estamos pagando un precio. ¿Y esto qué tiene que ver con las tribus urbanas? Mucho.
Una de las razones, desde mi punto de vista, por las que cada vez es más frecuente ver en los periódicos noticias tipo: 'Aumenta el suicidio entre los jóvenes', 'La edad en el consumo de drogas se reduce', 'La actividad sexual en los jóvenes inicia a temprana edad', 'Aumentan las enfermedades de transmisión sexual', 'La depresión entre los jóvenes es cada día mayor' y otras notas sobre alcoholismo, violencia, bullying y demás situaciones que viven nuestros jóvenes hoy, es esta: Falta mamá en casa.
Debido a los cuatro años y medio que dedicamos a la investigación de jóvenes, y a los grupos de enfoque que realizamos para la elaboración de los libros Quiúbole con..., me siento con autoridad suficiente para decir que los jóvenes no se sienten vistos. No se sienten escuchados. Se sienten abandonados emocionalmente.
La falta de sentido de pertenencia provoca que los jóvenes busquen y se afilien a una familia en la que se sientan comprendidos y apoyados; que les dé un tipo de autoestima, un valor para hacer las cosas.
¿Cuáles?
Todas las que no quisiéramos. Cualquiera que proporcione un tipo de evasión, que disfrace o calle un dolor, sin importar si eso destruye o lleva a la muerte..
Mamás, ¡despertemos! Cuando estamos presentes, no estamos en realidad... Siempre hay un celular, un correo electrónico que contestar, o bien, una novela que atender. Decía una señora mayor de edad que las mamás de hoy somos una especie de agentes de tránsito: ¿A dónde vas?, ¿a qué hora llegas?, ¿ya hiciste tu tarea?, ¿con quién vas? Y lo consideramos suficiente, sin contar que, con mucha frecuencia, estas preguntas son vía celular.
Es un hecho: A las mamás, nadie nos puede sustituir. No hay abuelita, nana, guardería, vecina, Gameboy, computadora o película que supla lo que nosotros somos capaces de dar. ¿Quién sustituye un abrazo, una mirada, una palabra de apoyo, una presencia, un oído que lo escuche y lo entienda?
De hacerlo, el resultado será un niño seguro de sí mismo, sin necesidad de unirse a una tribu urbana y con un sentido de pertenencia familiar.
Además, tendrá una maleta llena que le dará la seguridad y autoestima que necesitará en el futuro.
Excelente reflexión de Gaby Vargas,
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