Canta la luz aire arriba como una alondra. Y por la rama de su canto sube el mediodía.
Quieren los ojos seguirlo pero no llegan. Como el amor, el sol, de tanto, ciega.
Giralda en prisma puro de Sevilla, nivelada del plomo y de la estrella, molde en engaste azul, torre sin mella, palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla, no te contemples —ay, Narcisa—, en ella, que no se mude esa tu piel doncella, toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera, tu arista es el bisel, hoja barbera que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana. Yo mudéjar te quiero y no cristiana. Volumen nada más: base y altura.