Déjame
ser tu
espejo...
te
supliqué
aquel
día.
Recuerdo
que tu
mano se
estremeció
en la
mía.
Yo, que
envidio
tu
espejo,
quiero
saber
qué
sientes
al
copiar
en la
alcoba
tu
cuerpo
adolescente...
(detrás
de los
almendros,
casi del
fondo
del mar
surgió
la luna,
con su
espejo
redondo.
II
Te vi de
pie en
la
sombra.
Junto al
lecho
vacío
se oyó
un rumor
de sedas,
como el
rumor de
un río.
Y yo,
como el
espejo
de
aquella
alcoba
oscura,
yo, allí,
solo
contigo,
reflejé
tu
hermosura.
Fue un
instante,
en la
sombra.
No sé
bien
todavía,
si eras
tú, si
fue un
sueño o
una flor
que se
abría
III
Muchacha
de la
noche de
un día
diferente:
yo no
envidio
tu
espejo,
ya sé
que nada
siente.
Ya sé
que te
duplica
sin
comprender
siquiera
que eres
mujer
hermosa
como la
primavera;
pues, si
lo
comprendiera,
saltaría
en
pedazos,
por el
ansia
imposible
de
tenderte
los
brazos.
José
Ángel
Buesa
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