La mayoría de las fobias se desarrollan durante la primera y segunda infancia, aunque la edad de aparición puede variar mucho dependiendo del tipo de fobia. En cualquier caso, entre los posibles factores que pueden influir en su aparición destacan:
Exposición o vivencia de un acontecimiento traumático. Muchas personas que han sido atacadas por algún animal, han tenido un accidente, han permanecido encerradas durante mucho tiempo, etc., es posible que desarrollen algún tipo de fobia que esté relacionada con alguno de los estímulos presentes durante el acontecimiento traumático.
Aprendizaje por observación. Cuando un niño presencia las reacciones de ansiedad y respuestas traumáticas de un adulto ante el estímulo fóbico, es decir, ha estado presente cuando otras personas responden con miedo o resultan dañadas; es posible que el niño se asuste y aprenda a tener la misma reacción que el adulto en un futuro ante el mismo estímulo.
Transmisión de información. Pueden derivarse de las repetidas advertencias de los padres sobre los peligros de determinados animales, accidentes, catástrofes, etc.
Las técnicas que se están utilizando actualmente para el tratamiento de las fobias están dando resultados muy satisfactorios. Las más utilizadas son:
El descondicionamiento: consiste en emparejar los estímulos temidos con objetos agradables.
La desensibilización sistemática: Consiste en exponer a la persona al estimulo fóbico, presentándoselo gradualmente y en circunstancias de relajación. Se puede empezar con la exposición en la imaginación y posteriormente pasar a situaciones reales.
La inundación: consiste en exponer directamente al individuo a la situación fóbica, se intenta convencer a la persona de que permanezca en la situación fóbica hasta que se encuentre mejor y repita esta conducta hasta que se convierta en una rutina.