Llegaste de madrugada, a un capullo de cristal. Eras una preciosa selva pequeñita. Y pensar que naciste con aromas de futuros, como un manojo de panales… ¡Como quien no quiere la cosa!
Ahora… Vamos juntos a cazar recuerdos, a comer frijoles con queso, a cantar amaneceres blancos… O nos quedamos dormidos los domingos soñando con los bosques de la vida, para construir cimientes de luz y esperanza.
Ahora… Diez años después, eres mi sol, mi luna y mis estrellas, mi ángel dormido, hambriento de ternura. Ahora… estoy seguro… que los milagros tienen ojos cafés.
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