Aprendí a disfrazar de fiesta mis nostalgias y tu ausencia. Aprendí, a eludir muy hábilmente, las embestidas insinceras de la muerte para prolongarnos, indefinidamente, en escenarios invisibles y futuros.
Es un extraño ritual de ocasos tristes, de fríos epitafios escritos en mármol…
Te lo advierto… antes de que vuelva el recuerdo a torturar mis días, apagaré la llama de mi vida y serás… Por los siglos de los siglos, la única culpable de mi infierno triste.
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