Educar a la comunidad
Para llegar a una transformación en la sociedad, que se hace desde la autoridad y el poder, el testimonio del ciudadano, que encarna en su acción cotidiana una valoración de la aceptación de la diferencia, provoca una revolución sociocultural, amorosa, pacífica y disciplinada, en la cual, cada uno de nosotros, en lugar de frustrarse a la espera de que otro resuelva, ofrenda, concreta y cotidianamente, una acción de modificación y transformación.
Para lograrlo, es menester contar con una estrategia educativa y formativa espiritual, desde la dimensión de la ejemplaridad testimonial. No solo de aquellos que estamos sensibilizados, sino de los que están alejados y alienados en la realidad espiritual. Debemos como sociedad recuperar de la marginalidad a aquellos que nos son reconocidos en lo que son. Esa dimensión de inclusión permitirá que todos sean formados espiritualmente en la aceptación de una diferencia.
Las entidades educativas, las comunidades, las familias, deben incorporar un plan de trabajo sobre la diferencia y la diversidad como un desafío. No podemos dejar a nuestros hijos, a nuestros alumnos, en un mundo diverso, sin darle algún patrón de administración de esas diferencias. Cada día les respondemos preguntas sobre las diferencias, y fundamos estos principios con el lenguaje: “pobres”, “malos”, “discapacitados”, “feos”. Con el modo de denominar la diferencia, generamos los sustentos que, con posterioridad son ratificados y profundizados, o rectificados y vueltos casi a cero.
También es importante porque se establecen categorías de clase, de etnia, de grupo, de nación, de corporación, de gueto. Se comparten las denominaciones, los adjetivos, no necesariamente los valores, aún dentro de una misma organización, una misma institución, empleamos tiempo en administrar aquellos supuestos que confiábamos eran compartidos.
Esta actitud debe transformarse en un recurso para la educación integral de cualquier niño. Se trata de formar personas desde un modelo de ejemplaridad. Preguntarnos cómo hago para que mi hijo sea lo mejor de mí pero mejor que yo.
En agradecimiento y bendición
Rab. Sergio Bergman