“Viejos” son los trapos…
La definición que brinda la Real Academia Española sobre la palabra “viejo” es: “Se dice de la persona de edad. Comúnmente puede entenderse que es vieja la que cumplió 70 años. Antiguo o del tiempo pasado. Que no es reciente ni nuevo. Deslucido, estropeado por el uso.”
Los sinónimos que surgen para este término son, entre otros: anciano, vejestorio, veterano, centenario, añoso, arcaico, anticuado, antiguo, rancio, fósil, lejano, gastado, estropeado, deslucido, usado, destartalado, consumido, obsoleto, arruinado, y muchos más.
Considero que las personas mayores no son viejas, sino “adultas”, ya que el significado de este término según la RAE es: “Llegado a su mayor crecimiento o desarrollo. Llegado a cierto grado de perfección, cultivado, experimentado.”
Con mi corta edad y aún breve paso por este mundo, he visto a través de los años que toda experiencia me ha dejado una huella, un aprendizaje, una nueva perspectiva. Estoy convencida de que los años que vendrán me darán mayor sabiduría y madurez. Porque creo que de eso se trata la vida, de equivocarse y así aprender, de avanzar, de crecer y de constantemente renacer a algo nuevo.
Hay una frase que me emociona mucho: “En los ojos del joven, arde la llama; en los del adulto, brilla la luz”. Cada etapa de la vida tiene su esencia, y la de la adultez es rica en muchas virtudes que los jóvenes aún no hemos adquirido. Creo en una visión multigeneracional, que comulgue a cada ser humano por el simple hecho de ser humano, sea cual fuere la etapa de la vida que esté atravesando.
Como decía el músico Andrés Segovia, “La tragedia de la edad no es ser viejo, sino que se sea joven y la gente no lo vea.”