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Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas, se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo. Ellos me dieron sed de todas esas bocas... De todas esas bocas que florecen mi lecho: vasos rojos o palitos de miel o de amrura, con lises de armonía o rosas de silencio de todos estos vasos donde bebí la vida, de todos estos vasos donde la muerte bebo... El jardín de sus bocas venenosos, embriagante, en donde respiraba sus almas y sus cuerpos, humedecido en lágrimas ha cercado mi lecho... Y las manos, las manos colmadas de destinos secretos y alhajadas de anillos de misterio... Hay manos que nacieron con guantes de caricia, manos que están colmadas de la flor del deseo, manos en que se siente un puñal nunca visto, manos en que se ve un intangible centro; pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes, en todas, todas ellas puede engarzar un sueño.
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