Imagina que tu yo interior es una flor. Para protegerla de los sufrimientos, la colocas en una caja blindada. Sin luz, agua ni nutrientes, confinada, sin conciencia, con todas las emociones negativas de experiencias pasadas. Tu flor pronto pierde su atractivo. Pero si puedes deshacerte de esas emociones negativas y aprendes a creer en ti a través del autoconomiento, tu flor muy pronto se abrirá al sol. En poco tiempo, lucirá todos sus colores, tendrá una fragancia cautivadora y pétalos de seda. La belleza del yo interior es semejante, se irradia de muchas formas a través de la sonrisa, los ojos, los ademanes. Si no hay paz en soledad, jamás puede haberla en el amor.