¡Lo deseo tanto, y Tú lo sabes!
Vivo y, sin darme cuenta, no lo hago
como Tú quisieras, y avanzo recubierto
y disfrazado de las nuevas lepras
con las que el mundo me invade.
Algunas, te confieso Jesús,
hasta las considero virtud.
Deseo tanto, oh Señor, desprenderme
de todo aquello que me hace grande
a los ojos del mundo.
Anhelo tanto, oh Señor, curarme
de aquello que me impide abrazarte
con todas las consecuencias.
Tú, Señor, Tú lo sabes todo.
Si quieres, Jesús, puedes limpiarme:
de la pereza que me paraliza
y me convierte en freno y obstáculo de tu Reino.
Del relativismo que me tranquiliza, adormece
y me confunde al dar lo falso por verdadero,
o a ver lo bueno como malo y lo noble como caduco.
¡Deseo tanto Señor que me limpies!
Que te necesite,
como el labriego pide el agua para sus campos.
Que te busque,
como el montañero añora las cotas altas.
Que te desee,
como el niño apetece los brazos de su madre.
Que confíe en Ti,
sabiendo que Tú eres médico que nunca falla.
Ojala, Señor, en mi oración no siempre humilde
me presente ante Ti como lo que soy, y a veces olvido:
limosnero de la salud que me ofreces,
pordiosero de tu amor gratuito y desinteresado,
menesteroso de tus gracias y de tu aliento.
Tú, Señor, sabes cuánto…pero cuánto lo quiero.
Tú, Señor, sabes cuánto….necesito de una limpieza a fondo.