Si no estamos presentes no podemos ser aquello que decimos. Y a veces hay quienes están físicamente, pero no están. Están, a la vez, presentes yausentes. Si nuestra presencia, en cambio, está llena con nuestro ser, entonces sí lograremos aportar a diferencia. Con reconocer al semejante, creo, no alcanza. Hace falta el atributo más importante de todos. Y a la vez, uno de los más difíciles de lograr. Hace falta estar presentes. Estar ahí, sí. Pero también estar presentes en el sentido de ofrendar. Ser, para el otro, un presente. Regalar nuestra disposición amorosa.
Alguien que ofrenda dispone en un tiempo y un espacio para hacer con el otro. Sin acción, creo, no hay presencia genuina. El que está presente pone vocación y se ofrece en su estar y en su hacer. Si querés ofrendar, tratá de que nunca te dé lo mismo estar allí que en otra parte. Que no te sea indiferente que tus acciones de ese presente tienen un efecto en los demás. E intentá que el efecto de tu presencia sea positivo. No seas un obstáculo, sino un regalo. Buscá que tu presencia sirva. No alcanza con decir presente, y además verificá con tu conciencia si ahí fuiste voluntariamente o si te llevaron.
Es decir, cuando tomen lista: ¿vas a dar el presente? Cuando los próximos, los semejantes y los diferentes te llamen, ¿vas a decir acá estoy? ¿Vas a ser como el patriarca Abraham, que, ante el llamado de D-s, dijo: “Aquí estoy”? ¿O sos más propenso a seguir el ejemplo de Adán, que frente al reclamo divino no sólo se escondió, sino que además cargó las culpas sobre Eva?
Son, me parece, dos maneras casi opuestas de estar presentes. Podemos presentarnos ante el reclamo y la demanda de alguien, o bien hacerlo en términos proactivos, voluntarios. Es decir: ¿Nos llaman y vamos? ¿O estamos dispuestos a acudir antes de que nos convoquen?
Son dos maneras de ser que cambian radicalmente nuestro hacer. La primera es por arrastre, y sólo surge cuando nos llaman la atención. La segunda es diferente, y a esto aspiramos, si es que buscamos un pleno desarrollo de lo humano. Vayamos al frente. Estemos presentes y disponibles para los que lo necesitan. Pongamos el cuerpo y el espíritu.
Rabino Sergio Bergman