Luego me di cuenta que empecé a perder y salí mal en unos exámenes, y que el “talismán” estaba perdiendo su “potencia”. Y lo cambié. Me dijeron que las “patas de conejo” daban suerte. Pero a mi no me funcionó.
Luego me di cuenta que por más amuletos que llevara, y rezos que hiciera, si no había estudiado y no estaba seguro de lo que hacía, irremediablemente iba a salir mal…
Y ¿para qué sirven los amuletos? Quizás pueden servir para reforzar la confianza en las personas inseguras. Saben lo que están haciendo, pero no saben que saben. Necesitan un apoyo, un bastón en el cual apoyarse.
El problema es cuando nos volvemos adictos a los amuletos.
- Necesito mi interior de la suerte…
- Acá llevo mi anillo de la suerte…
- Recé tres padre nuestros…
- Te presto mi herradura de la suerte…
Y no nos preparamos para la competencia, para el examen, para la tarea. Y si nos sale mal le echamos la culpa al amuleto que no sirvió o a Dios que no nos ayudó.
Siempre me gusta la anécdota del hombre piadoso que todos los días le rezaba a Dios para que le permitiera sacarse la lotería. Al morir, por piadoso va al cielo, y lo recibe el mismo Dios. Y el hombre piadoso le pregunta:
- Dios, tanto que yo recé y te pedí para que me ayudaras a sacarme la lotería. ¿Es que nunca escuchaste mis ruegos?
Y Dios le respondió:
- ¿Y cómo te ibas a sacar la lotería si no compraste ni un solo boleto?
Confiemos en nuestra capacidad, preparémonos para los retos que tenemos por delante, capacitémonos para el trabajo, tengamos una actitud positiva y optimista. Esos son nuestros mejores amuletos de la suerte y las mejores herramientas para tener “un día de suerte”.
de la red