Hoy vivimos en una mundo muy diferente al
que vivieron nuestros padres o abuelos.
Con los adelantos técnicos existentes es posible hacer
cosas que antes eran impensables.
La mayoría de los trabajos manuales de antaño,
tediosos y sacrificados, se hacen hoy
en día con solo tocar un botón.
Estamos comunicados al instante
con todo el mundo gracias a
innovaciones como los
teléfonos celulares e Internet.
Con este ritmo aquello que hoy
es novedoso dentro de muy poco
tiempo pasa a ser obsoleto.
Pensemos solamente en el
desarrollo de la informática:
actualmente una computadora
con diez años de antigüedad
es prácticamente una pieza de museo.
Vivimos en una sociedad moderna
donde todo es descartable.
Se usa y se tira. Y se sigue.
Más allá de los problemas ecológicos
que este asunto implica para el planeta tierra,
esta forma de vida repercute
negativamente en la percepción del mundo por parte
de la gente, generando confusiones
que pueden llevar a tomar decisiones equivocadas.
Las cosas están patas para arriba:
el hombre va detrás de la maquina y no la maquina
detrás del hombre. Parece mentira
que haya que recordar que la máquina, el progreso,
las nuevas tecnologías y tantas otras
cosas son simplemente medios que el hombre
necesita para desenvolverse.
Parece mentira también,
que muchos olviden que lo realmente
importante es el propio ser humano.
En este mundo de velocidades increíbles
el hombre se olvida de si mismo,
se adelanta en todo, menos en su propia
evolución. Hay quienes piensan
que no solamente los objetos son
descartables, sino también las personas.
Cuando alguien “no sirve”,
según esta forma de ver las cosas,
se lo debe tirar como a un televisor viejo.
El riesgo que implica
esta forma de pensar es la creación
de una suerte de “sociedad descartable”
donde a aquellas personas que
“no funcionan” se las debe dejar de lado.
Lo peor de todo es que esta
visión está difundida por doquier y
que es aceptada hasta por sus propias víctimas.
Nos hemos acostumbrado
a convivir con los bolazos.
Sino, veamos como se encaran
diversas problemáticas sociales.
Según este forma
distorsionada de pensar es “lógico”
que los desocupados no encuentren
trabajo porque no están “capacitados”,
“no sirven” por lo tanto “está bien”
que se queden sin trabajo. Y así con los
demás grupos de excluidos de la sociedad:
las personas mayores, los jóvenes
, los pobres, todo lo que “no sirve”
tiene que quedar afuera.
Por ello es necesario recordar una vez
más que solo los objetos que pueden
llegar a ser descartables, no las personas.
Nadie “sobra” ni “está de más”.
La economía y los adelantos técnicos
deben estar al servicio de la gente
y no la gente al servicio de la
economía y de los adelantos técnicos.