<< LA EDAD NO PERDONA..., A NADIE >>
¿No os ha pasado alguna vez que miras a otra persona de tu misma edad y piensas:
" ¡yo no parezco tan viejo! "? Seguro que sí, pero la realidad
es que la edad no perdona a nadie, si no, leed esta pequeña y verídica historia:
Mi nombre es Alicia y estaba sentada en la sala de espera del dentista.
Era mi primera consulta con él. En la pared estaba colgado su diploma,
con su nombre completo. De repente, viendo su nombre, recordé a un
muchacho alto, buen mozo, pelo negro, que tenía el mismo nombre, y
que estaba en mi clase de Santa Mª del Bosque, como unos 30 años atrás.
¿Podría ser el mismo chico del cual yo estaba secretamente enamorada?
Seguí esperando casi media hora más a ser atendida, con cierto nerviosismo
para ver si estaba en lo cierto pero, cuando me tocó mi turno, después de
verlo en el consultorio, rápidamente deseché esos pensamientos.
Se trataba de un hombre calvo, el poco pelo que le quedaba estaba
totalmente canoso, y su cara estaba llena de arrugas; parecía muy
viejo como para haber sido mi compañero de clase.
Despúes de examinar mis dientes, pese a que había desechado mi idea inicial,
no pude dejar de preguntarle si se había graduado en Santa Mª del Bosque.
El dentista, para mi sorpresa, rápidamente me contestó:
- Sí, Sí -sonriéndome con orgullo-.
Presa de la sorpresa, rápidamente le pregunté:
- ¿En qué año te graduaste?
El dentista, con gran curiosidad, me contestó:
- En 1980. ¿Por qué me lo preguntas?
Y ya segura de su identidad, yo le dije:
- Tú estabas en mi clase.
El me miró detenidamente..., dejó pasar unos segundos,
que luego al pensarlo me parecieron eternos,
Y ENTONCES ESE FEO, CALVO, ARRUGADO, GORDO,
CANOSO, DECRÉPITO, HIJO DE PUTA, ME PREGUNTÓ:
- ¿DE QUÉ ERAS PROFESORA?