Deja caer las rosas y los días una vez más, segura de mi huerto. Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto, mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías, cuando parezca más desnudo y yero, ha de guardarse bajo su oro muerto las violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido. Aunque caiga la flor, queda la rama. La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama, leño seco, a tus plantas encendido, ardiente rosas te echarán en su llama.
Alma venturosa Al promediar la tarde de aquel día, cuando iba mi habitual adiós a darte, fue una vaga congoja de dejarte lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía... Con tu rubor me iluminó al hablarte, y al separarnos te pusiste aparte del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa; mas ya la plenitud de la promesa nos infundía un júbilo tan blando,
que nuentros labios susiraron quedos... y tu alma estemecía en tus dedos como si se estuviera deshojando.
Leopoldo Lugones
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