**El Trabajo en Uno Mismo?**
El desarrollo espiritual no llega como resultado de: orar, meditar, o dedicarse a hacer obras de caridad; todas estas son prácticas valiosas, pero la espiritualidad no es un conjunto de técnicas.
La maestría espiritual consiste en “ser” una expresión permanente de amor. La vida es nuestra escuela de amor, y en todo momento nos brinda una oportunidad de aprendizaje, situándonos dentro del contexto de relaciones particulares con otros seres vivos.
Allí, en el compartir, podemos observar nuestras actitudes inconvenientes, y trabajar por mejorarlas. Si lo hacemos, simultáneamente estaremos entregando lo mejor de nosotros mismos, y realizando nuestra tarea espiritual más elevada.
En el camino del amor, la base de la pirámide es la comprensión, porque, del grado de comprensión que hayamos adquirido, depende nuestra forma de interpretar cada experiencia.
Si mi interpretación de los hechos es la correcta, el resultado será felicidad y amor. Pero si permito que mi pensamiento fluya en espirales negativas, estoy construyendo mi propio infierno privado.
Porque no existe ninguna posibilidad de amor y felicidad cuando estamos enfocados en probar que “yo estoy en lo cierto y que es el otro el que está equivocado”.
Para obtener comprensión necesitamos armar primero en la mente un plano general de lo que es la unidad, y ese mapa se traza con el conocimiento de las leyes superiores que gobiernan el universo.
El recorrido que hacemos por la vida es semejante a manejar en una autopista: si respetas las normas del tránsito te irá muy bien, el retorno a casa será muy armónico. Pero, si por ignorancia, te metes por la autopista en contravía, lo más probable es que recibas todo tipo de golpes, insultos y sanciones.
Pongamos como ejemplo el caso de María: dentro de las creencias de la sociedad, ella es una persona muy buena, caritativa, piadosa, excelente madre y una esposa muy atenta.
Cree tenerlo todo, y sin embargo, María no es feliz. Según ella, “no se puede ser feliz con un marido que es sinvergüenza, mujeriego, patán, perezoso, tacaño, desconsiderado, agresivo y borracho.
Ella ha pasado ya muchos años tratando de cambiar a su esposo Roberto, ha hecho todo lo posible por hacer que vuelva al redil de los buenos cristianos. ¡Pero todo ha sido inútil, él no cambia!
La relación de pareja de Roberto y María es un verdadero campo de batalla, y el arma más poderosa de María es una “cantaleta” casi permanente. Roberto la escucha como quien oye llover, pero está claro que no está dispuesto a cambiar su estilo de vida.
Él mira a la madre de sus hijos con condescendencia, pero la considera igual que a un sillón antiguo de su propiedad, que es incómodo, pero que suple la necesidad de sentarse en él.
Si María tuviera comprensión de las leyes universales, y pusiera su relación matrimonial dentro del contexto de la “Ley de la Correspondencia” se estaría preguntando “¿por qué atraje a ese marido tan insensible e irresponsable?”.
Si se observara a sí misma, podría ver que desde pequeña fue castrada como ser humano, pues fue entonces cuando sus preceptores imprimieron en su conciencia el patrón de la sumisión.
Desde entonces sus relaciones se desarrollaron en automático, porque “el sumiso” atrae a su complemento, que es “el agresor”. La actitud de víctima siempre atrae a un victimario. Según opera la “Ley de Correspondencia”, mientras María permanezca cristalizada en ese patrón de comportamiento, podrá cambiar de marido muchas veces, pero siempre atraerá lo mismo: a un agresor.
El aprendizaje de María consistirá en ser agredida e irrespetada hasta que se sature de esa experiencia, entonces ella tal vez reaccione y aprenda a amarse y a respetarse a sí misma. Luego, por correspondencia, también los demás seres humanos la valorarán y respetarán.
Supongamos que llega el día en el que María se hace conciente de su actitud equivocada, trabaja en adquirir respeto hacía sí misma y emprende actividades que fortalezcan su auto estima.
Ya en ella se nota un cambio favorable: no se queja, se siente más realizada, y tiene nuevas amistades. Roberto por su lado se ha alejado de María, ¡ya no son correspondientes!
Un día se fija en su secretaria, una mujer muy buena, piadosa, atenta y tan sumisa... A ella puede gritarle, tratarla a las patadas y lo acepta todo “con resignación cristiana”. ¡Roberto ha encontrado a la mujer de sus sueños!
Después del divorcio María ha quedado libre, y su próxima pareja será un hombre que la valore, y la respete; porque, de acuerdo a una Ley Universal, es lo que ahora le corresponde. Su lección espiritual está completa. Recapitulando lo anterior, ya María ha verificado que:
1) Cambiando sus pensamientos y actitudes, puede alterar su realidad.
2) Ella comprende que egoísmo significa caminar en contravía, porque es lo opuesto del amor. Y que “Egoísta es aquel que quiere cambiar al otro, para sentirse bien él mismo”. Ahora María está enfocada en el trabajo en sí misma, y las semillas del amor comienzan a retoñar en su corazón. La comprensión de estos principios le ha permitido adelantar un gran paso en su evolución espiritual.