EL BARCO
Yehuda Berg
Hay una famosa parábola que habla sobre una persona que se encuentra en un barco. Un día pasa por uno de los camarotes y ve a un hombre haciendo un agujero en el suelo. Entonces le grita a aquel hombre: ¿Que esta haciendo? ¿Esta usted loco?! El hombre le mira con desconcierto y le dice: Este es mi camarote, y puedo hacer lo que quiera en el. El otro hombre se pone furioso. Debe ¡Ser usted necio, un agujero en su camarote haría que se hunda todo el barco!
Parece una historia sencilla, pero clarifica un secreto aun más profundo sobre la vida:todos somos responsables los unos de los otros.
Esta es una calle de doble dirección, e incluye dos lecciones básicas para la vida. La primera es que debemos darnos cuenta que nuestras acciones, tanto negativas como positivas, influencian a muchas otras personas de formas que ni siquiera podemos imaginar.
Por otra parte, debemos ser conscientes de que las acciones de las demás personas, tanto las buenas como las malas, tienen una influencia directa en nuestra vida.
Por ese motivo tenemos la responsabilidad de ayudar a los demás a crecer y mejorar. Verdaderamente todos estamos en el mismo barco: o nos hundimos o nadamos juntos.
Este entendimiento de nuestra necesidad básica de ayudar a los demás a desarrollarse espiritualmente es uno de los aspectos que diferencia a una persona que lo vive, de una persona que esta solo curioseando. Eso no quiere decir que haya nada malo en probar las aguas, pero es importante que siempre nos empujemos a nosotros mismos hacia el siguiente nivel para que la inercia espiritual no se estanque.
A menudo nos enfocamos solo en nosotros mismos y en nuestro propio crecimiento espiritual, ignorando al resto del mundo. En verdad, debemos ayudar a los demás en su desarrollo espiritual porque no podemos lograr nuestro propósito y objetivo en este mundo sin asistir a los demás. Un agujero en el suelo del camarote de otra persona hundirá también nuestro barco.
Cada uno de nosotros se encuentra en diferentes posiciones en la vida. Pero independientemente de lo grande o pequeña que sea nuestra esfera de influencia, el Creador nos dio a cada uno nuestro dominio único dentro del cual podemos repercutir sobre los demás. Debemos entender que este don de la influencia viene con responsabilidad: cuanto mayor sea nuestra esfera de influencia, mayor es esta responsabilidad.
Que las acciones que lleves a cabo y las palabras que pronuncies enriquezcan muchas vidas.