Saber adaptarse es saber discernir, iluminando la realidad con la sabiduría.
Así se aprende a conservar valores perennes, a no negociar los principios y a cambiar lo que conviene cambiar.
Nada tan importante como cultivar el don del discernimiento en vivencias de meditación e interiorización.
Un don espiritual que se ejercita cuando vivimos unidos al Espíritu Santo, dispuestos a dejarnos guiar por él. (Isaías 61).
A diario debemos llegar a un remanso de paz llamado meditación para aquietar el alma y recibir luz divina.
Cada día necesitamos crecer en discernimiento y elegir lo mejor, sin lastimarnos ni lastimar a otros.
En efecto, muchos conflictos nacen o se agigantan por ausencia de paz interior, por precipitud o por llamar bien al mal y mal al bien.
Y eso es lo que Dios da a quienes lo aman y lo siguen: El don para distinguir la verdad de la mentira y elegir lo que es bueno.
Gonzalo Gallo González
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