Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo que habrás de abandonarme, fríamente, mañana, y que bajo el encanto de mis ojos, te gana otro encanto el deseo, pero no me defiendo.
Espero que esto un día cualquiera se concluya, pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres. Con voz indiferente te hablo de otras mujeres y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.
Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso de que te pertenezca, en tu juego engañoso persistes, con un aire de actor del papel dueño.
Yo te miro callada con mi dulce sonrisa, y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa. No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño.
Alfonsina Estorti
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