Vivimos en una sociedad muy competitiva en la
que todos quieren ganar y triunfar con rapidez,
olvidándonos en ocasiones de la importancia
de saber competir.
Ganamos cuando conseguimos el objetivo
propuesto, cuando tras un tiempo de vencer
dificultades, obtenemos un resultado positivo.
Ganar supone una gran satisfacción porque es
el resultado exitoso del trabajo y del esfuerzo
realizado durante un periodo de tiempo.
Supone un estímulo, un fuerte empuje para
seguir hacia delante en esa línea.
Sirve de incentivo para buscar nuevos triunfos,
pero siendo justos y honestos.
Debemos saber actuar tanto en la victoria
como en la derrota y comportarnos siempre
con respeto hacia nuestros rivales.
En definitiva, gana todo aquél que logra un
objetivo que requiere esfuerzo y lucha
personal por lograrlo.
Saber ganar demuestra elegancia y
educación. Siempre hemos oído decir que
hay que saber perder, pero rara vez, hemos
reflexionado sobre la importancia de saber
ganar.
Sabe ganar quien muestra la mejor actitud
hacia su rival, no haciendo manifestaciones
que le humillen ni deleitándose en su victoria
frente al contrario. Tenemos que aprender a
ponernos en el lugar del otro y reconocer y
valorar el esfuerzo que ha realizado nuestro
rival.
También demuestra que sabe ganar, quien
no presume de lo conseguido y quien es
agradecido, no olvidándose de quien les
ha ayudado.
Cuando uno gana tiene que ser consciente
de lo efímero que es el éxito, ser humilde
y no darle excesiva importancia.
Es muy positivo disfrutar de los triunfos, pero
siempre con mesura.
Cuando se pierde, hay que aceptar esa situación.
Ya no se puede hacer nada que la cambie, tan
sólo aprender de esa experiencia y de los
errores que hemos cometido para la próxima vez.
No debemos justificarnos cuando las cosas no han
salido como esperábamos, tan sólo aceptarlas.
Muchas veces influyen factores que no dependen
de nosotros y que pueden hacernos fracasar en
nuestro objetivo como: fijarnos objetivos
inalcanzables, no ser realistas con nuestras
capacidades o limitaciones, subestimar a nuestros
rivales, o simplemente porque nos enfrentamos a
un rival superior.
La derrota hay que saber superarla. No podemos
permitir que nos afecte hasta el punto que nos
suponga un freno para futuros intentos.