Cada etapa de nuestra vida es un proyecto de existencia,
nos esmeramos en cada una de ellas para gozar de lo que la vida nos
ofrece. ¿A qué edad empieza nuestra vejez? Relacionamos la vejez con la
muerte, con el cansancio y hasta con la perdida del cabello y los
dientes… ¿Cuántas de nosotras vemos al espejo y nos vemos con horror el pelo
blanqueciendo y las arrugas coronando nuestras sienes? Se nos escapa un suspiro
de nostalgia por los tiempos idos, por lo que tuvimos y ya no esté. Nuestra
familia ha sido siempre nuestra prioridad pensando en brindar lo mejor de
nosotras mismas, para que los que están a nuestro entorno sean felices, los
ayudamos de acuerdo a nuestras posibilidades por alcanzar metas y proyectos, con
esto sólo nos estamos preparando para enfrentar el desafío de nuestra
vejez. Cuando se piensa en la ancianidad, la relacionamos más que todo en lo
físico, en las limitaciones de un cuerpo cansado, en las perdidas naturales de
habilidades que van en decadencia, la vista disminuye, los músculos ya no
responden igual y hasta se piensa en problemas mentales. Esto en cierta forma
nos angustia, muchas mujeres y hombres luchamos contra natura para retener la
juventud lo más posible, a esto le podemos agregar que la juventud es una
industria, nos la venden en la publicidad y en cualquier medio de comunicación
posible. Nos anuncian las “maravillas” de tal o cual crema para hacer
desaparecer los surcos en nuestra piel, o nos anuncian “las mejores vitaminas”
para mantenernos en actividad constante, cuesta aceptar que mucho de lo que
antes fueron nuestras actividades diarias, ya no las podemos realizar con la
misma fuerza, esto nos pude provocar angustias y frustraciones
físicas. Muchos dichos y chistes se han dado a costa de la edad de oro, nos
hacemos trampas a sí mismas, cuando alguien o nosotros mismos hablamos de
nuestra edad; la respuesta común “viejo es el mar y aún da pescado fresco” y que
acerca de ese dicho tan conocido, “El Corazón nunca envejece”. Sin embargo no
podemos negar que nadie puede detener el trayecto hacia el envejecimiento.
Aceptar que los que ahora están bajo nuestros cuidados, nuestros padres o
abuelos que ahora dependen de nosotros, más tarde seremos nosotras quienes
ocuparemos ese lugar. Debemos aceptar que se llegará el momento en que
tendremos que otorgarles a nuestros hijos la autoridad que antes tuvimos
nosotros como padres, y si nosotros lo hicimos sin atropellar la dignidad de
nuestros “viejos” si no los abandonamos, si no los dejamos en el último rincón
de la casa, justo es que no lo hagan con nosotros. Aceptemos pues que nuestra
época de plantar es aquí y ahora, pero tendrá su final inexorablemente, y el
tiempo para cosechar lo que sembramos se acerca a pasos agigantados nos guste o
no. Aprendamos a envejecer con dignidad. ¿Y tú, como te sientes, estás
preparada para envejecer sin miedo?
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