Al preguntarme hacia donde voy, mi seguridad descarrila y por un tiene rieles sobre los que andar.
Pero poseo la certeza que la vida no tiene planes para mí, y mucho menos ganas de librar una sonrisa, aplauso o mera caricia a mi desgastado espíritu. Que se halla enterrado bajo estratos de dura y seca tierra negra de cementerios olvidados ; donde la soledad anida en panteones de malolientes cadáveres de esperanzas muertas por lanzas de decepción.
Cuando arribo a un puerto me quitan las amarras para nuevamente dejarme a la deriva, navegando solo entre turbias y negras aguas de incertidumbre ; sin islas a la vista o buques de auxilio.
Y saltando solo entre nubes blancas de ilusiones, aspirando lineas de artificial personalidad, llego al extasis de moverme sin dirección o razón.
Bebo de la fuente de la maldad, abrevadero obligado de los desahuciados por el olvido ; de aquellos que nacen sin el número ganador, sin siquiera traer consigo un premio consuelo, desechos de Dios arrojados al mundo para alimento de su morbo sagrado.
Y cansado de caminar en senderos sin destino, perdido en el desierto del amor, donde los desterrados por el engaño son condenados a buscar entre cada grano de arena a su alma gemela, decido abandonar la pelea y entregarme a la sed mortal del que nada tiene.
Caigo, no me levanto y muero, entre espinas y basura, piedras y troncos ; sin haber conocido esa joya que muchos se jactan de tenerlo, pero que sin embargo nadie sabe como conseguirlo…felicidad.