¡No, no es verdad lo que me estás diciendo! Dime que no es cierto que te estás muriendo. ¡No sigas, despiértame de éste sueño! Tú eres y seguirás siendo el dueño... dueño de mi aliento, y si no estás… ¡muero! Tu carne no se puede estar pudriendo,
amigo mío, ¡dime que no es cierto!
¡Si apenas tus sueños se están cumpliendo!
Subiré al cielo, bajaré al infierno, me hundiré en lava o convertiré en hielo;
lo preciso si así sigues viviendo. A tus labios: el zumo de mi vida, y a tu frío… el calor de mi cuerpo. Encontrarme te llevó tanto tiempo... y ahora que me tienes... ¡te estás muriendo! Tuviste tu sueño, y yo en ti... mi cuento.
Tornaste en fino raso, cuero viejo, abriendo ventanas a un nuevo cielo. Me hiciste volar con alas de fuego, y soñar, vivir..., y seguir creyendo. Apretaste mi mano un día de infierno y calmaste mi miedo con un beso. Fuiste mi verano cuando era invierno, y lo efímero en mí… lo hiciste eterno.
Robaré a arañazos segundos al tiempo, los tejeré y vestiré tu cuerpo para que echen raíces en tu pecho, y si aún así se acabara tu tiempo... saldré de mi rincón para tu encuentro. Una historia sin contar fue lo nuestro, cuento prohibido con final de entierro quedando una viuda… sin casamiento.
Autora...Geles Calderón
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