Cuando cambié mi vuelo Fuíste poco a poco cortando la alambrada que dividía el tedio de la desolación. -No sé si es más amargo ese ayer con su inercia, o este andar-. Me rompes paso a paso y ya no sé que pierdo. La soledad, ingrediente obligado del aliño donde se añeja la tristeza, sigue esperando, otro día... el incierto reloj: lleva en pedazos, noches, esperanzas, -todo a mitad-. Y el milagro espera el tiempo para verificar las predicciones, -momentos, indefinibles trazos rasgan el optimismo, se pudren las sonrisas en la acera-. El aldabón, sube a voluntad para que otros dedos no lo muevan. -Sólo él y yo nos entendemos-, sólo él trocó su ritmo cuando cambié mi vuelo: Este vagar sin nombre, porque hasta le perdí sus iniciales...
Mariblanca Quiñones de La Osa
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