“Pero Fuchó, amigo, solo es una flor, aquí el único protagonista eres tú,
es más, “¿quién consigue que todos los niños no puedan parar de sonreír?”
¿La flor? Nooo.., los niños te esperan a tí, quieren verte hacer tonterías,
que tropieces una y otra vez!!” El trapecista, sin mediar palabra alguna se fue
del camerino de Fuchó, dejando a éste sorprendido por la forma tan
misteriosa con la que se marchó.
Quedaban unos pocos minutos para que empezara la actuación de Fuchó,
ya sonaban los gritos de los niños reclamando a los payasos.
Justo en ese momento, la puerta del camerino de Fuchó se abrió rápidamente
y apareció su amigo el trapecista, con una flor en la mano y le dijo:
“Fuchó, esta flor te dará suerte, la he cogido del campo que hay a
unos pocos minutos del circo, la he cogido para tí, no es tu flor, ya lo sé,
pero sé que te dará toda la fuerza que necesitas para salir, es mágica…
“Muchas gracias”, le dijo Fuchó al trapecista, me alegro mucho de tenerte como amigo.
Fue entonces, cuando el payaso Fuchó se dió cuenta que no puede depender
de las cosas materiales, sino que él es válido para todo lo que se proponga,
solamente tiene que tener confianza en sí mismo.
También le sirvió para darse cuenta que las personas que están a su lado,
como su amigo el trapecista, son un apoyo importante en su vida,
pues hacen que las cosas sean más fáciles cuando nosotros las vemos difíciles.
“Y ahora, !!vamos a empezar la función!!” ¡¡Qué salgan los payasos!!
Fin