Si de veras quieres ayudarme: no camines por mí, déjame caminar por mi camino; no hables por mí, déjame hablar y escúchame; no llores por mí, déjame llorar y acompáñame; no decidas por mí, déjame elegir y respeta mis decisiones; no te arrojes al agua por mí, déjame que aprenda a nadar; no me impongas tu experiencia; déjame hacer la mía; no aciertes por mí, déjame aprender equivocándome; porque yo crezco más con mis errores que con tus aciertos.