Una excursión interesante desde Santiago de Chile es acercarse a la pequeña villa de Pomaire para ver muestras de su buen hacer con la artesanía del barro. Apenas lleva una hora desde la capital recorrer los poco más de 60 km. que lo separan de esta congregación de artesanos.
En Pomaire se trabaja sobre todo la greda, un tipo de barro del que ya hacían aquí utensilios los pueblos precolombinos. Moverse por el pueblo es extremadamente sencillo, ya que hay un sinfín de tiendas y talleres a lo largo de la calle principal y de las perpendiculares. A primera vista, será fácil apreciar como mínimo tres tipos de objetos: los dedicados a los turistas (llamativos pero poco útiles y en absoluto tradicionales), los útiles de cocina (se una sencillez no exenta de atractivo, es el uso genuino que le han dado aquí al barro durante siglos) y las piezas de artesanía (que suelen ser miniaturas).
Mi sentido práctico del viajero que gusta moverse con poco equipaje tuvo que luchar duramente con el aspirante a cocinillas que hay en mi interior para no volver cargado con ollas, platos y ensaladeras: los precios son bajos, y la calidad es muy buena.
Si caéis en la tentación de volver con huchas (hay miles de huchas de barro) recordar que en Chile un “cerdito” es un “chanchito”
Viendo trabajar a este señor al torno, recordé los versos de Neruda que leí en el avión…
Cuando subo la mano
encuentro en cada sitio una paloma
que me busca, como
si te hubieran, amor, hecho de arcilla
para mis propias manos de alfarero.