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¡Aquí están todas las rosas encarnadas del deseo! Allí la luna, callada, Blanca y estéril, mirando, Espejo vuelto a sí mismo, Su perfección de narciso: Soledad en aguas blancas De lo blanco quieto y frío.
Dura o sin sangre, tranquila, De está mirando a sí misma, Mientras rosas encarnadas, Pulpa y amor, carne viva, Bajo una brisa caliente Se desmayan de delicia.
Con los ojos en la luna, Bajo los pies, rosas rojas, Estoy esperando, quieto, Que tú, que yo mismo venga Sigiloso por la espalda, Con la sorpresa de un beso Blanco y verde de silencio, Que tú, que yo mismo venga Con un beso Muerto de puro perfecto.
Gabriel Celaya
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