ALQUIEN OBSERVANDO
A la chica protagonista de esta historia
ya la conocéis, es aquella a la que hemos llamado Lorena. Lorena solía pasar muchas horas sentadas
frente a un libro o una máquina de
escribir o unos folios porque le
gustaba leer y escribir.
Se metía en su habitación y pasaba allí el tiempo
tratando de hacer algo productivo por simple placer.
En ocasiones notaba como si alguien le
observase desde atrás. La sensación
era tan fuerte que no podía evitar volverse,
y allí solía estar su padre, en el umbral de la puerta,
observándola en silencio con una sonrisa en el rostro,
posiblemente orgulloso de ver a su hija tan entregada a algo. - ¿Cuánto hace que estás ahí? -Le preguntaba. - Un ratito. -Contestaba él. Y así sucedió en muchas ocasiones.
Lorena se acostumbró a saber que
cuando notaba esa mirada en la nuca,
insistente, invisible, detrás estaría su
padre mirándola con cariño.
Era bonito vivir una sensación así.
Un día escuchó su nombre. - ¿Qué? -preguntó al tiempo que giraba el rostro. Se asombró de ver que no había nadie,
y entonces se preguntó si había escuchado
una voz de hombre o de mujer y
no supo contestarse.
No le dio más importancia y siguió con sus quehaceres.
Volvió a ocurrirle, y esta vez notó que la
voz estaba "pegada" a su oído.
Quien hubiera dicho "Lorena" lo tenía
que haber dicho en un susurro firme justo en su oreja.
Pero no había nadie, estaba completamente
sola en la habitación. Tampoco esta vez
hubiera sabido concretar si se trataba de
una voz femenina o masculina pero lo
que sí tenía claro era que lo había oído
lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus pensamientos.
Su padre murió. Alguien le dijo que aquella
casa estaba llena de espíritus que desde
hacía mucho tiempo esperaban la llegada
de su padre, y más tarde tendría
oportunidad para comprobar si aquello
era cierto o no... pero esta es otra historia, no quiero desviarme.
Lorena estaba una tarde en su habitación
cuando notó a su padre en el umbral de la puerta.
Se giró porque sabía que estaba ahí, como
siempre, y la sonrisa desapareció de su rostro
cuando recordó que su padre ya no estaba porque había muerto.
Sintió un escalofrío porque sabía que aquella
sensación había sido tan vívida y tan fuerte
como cuando el hombre estaba vivo, y no supo qué pensar.
De nuevo y durante un tiempo, siguió
escuchando a alguien llamarle al oído y
también la mirada clavada en la nuca,
pero de nuevo y durante todo ese tiempo
que duró, allí ya no había nadie.
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