¿Cuál es el secreto del “hombre más feliz del mundo”?
La felicidad es el estado históricamente más anhelado por el ser humano, y a pesar de que no existe fórmula alguna que te garantice obtenerla, existe una herramienta que definitivamente podrá ayudarte: meditar.
A pesar de que meditar es algo que la ciencia ha evaluado detalladamente durante las últimas tres décadas, pocas veces, dentro del análisis científico de la meditación, se toma en cuenta un factor esencial: la felicidad.
Esta cualidad o estado del ser humano, históricamente el más anhelado, parece estar íntimamente ligado con otra abstracción “vivencial” a la que accedemos las personas, la paz interior, la tranquilidad. Y precisamente estos escenarios del ser,son los que favorece, como destino, el sendero de la meditación.
Curiosamente, siendo uno de los estados más vivos y añorados con los que podamos envolvernos, desde una perspectiva racional resulta bastante complejo definir la felicidad como concepto. Como decía G. K. Chesterton, “La felicidad es un misterio, como la religión, que jamás debiese ser racionalizado”.
Tomando en cuenta lo anterior, quizá la forma más sencilla de acercarnos a una definición de ser feliz radique en hacer conscientes los principales obstáculos para conquistar dicho estado, partiendo del hecho de que este concepto perdería su sentido si no se incluyera en el mapa de referencia a la tristeza.
De acuerdo con Schopenhauer, el dolor y el aburrimiento excluyen la posibilidad de ser felices, algo con lo que Séneca coincidía.
Por otro lado, Tomás de Aquino enfatizaba en la falta de virtud y de voluntad, es decir en la desidia y la corrupción personal, como los principales enemigos de la felicidad.
Mientras que en la tradición budista se hace hincapié en el deseo y el apego como las principales trabas.
Así que llevado a un contexto contemporáneo, podríamos aventurarnos a definir la felicidad como la ausencia de ciertos estados y sentimientos, los cuales generan una frecuencia que difícilmente nos permitirá acceder a ella.
Entre estos tendríamos que iniciar por una de las antitesis de ser feliz: el enojo. Y continuaríamos con el estrés, el dolor, tanto físico como emocional, la angustia,y algunas otras construcciones mentales que, lamentablemente, nos han hecho prisioneros.
Estas reflexiones nos remiten al caso de Matthieu Ricard, un monje budista francés a quien los medios han adjudicado la ridícula etiqueta del “hombre más feliz del mundo”, algo que, afortunadamente, él mismo desestima.
Tras completar su tesis doctoral en genética molecular, hace 35 años, Ricard abandonó su prominente carrera científica para entregarse por completo a la disciplina del budismo tibetano. Y hoy, aparentemente, este señor lleva un cuarto de siglo sin experimentar el sentimiento de enojo o frustración. “De algún modo, consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, a corto o a mediano plazo, todo lo que hacemos, todo lo que anhelamos, lo que soñamos, está de algún modo relacionado a un profundo deseo de conseguir la felicidad”, afirmó Ricard durante su participación en las conferencias de TED.
Desoyendo a Chesterton, neurocientíficos de la Universiad de Wisconsin llevaron a cabo un estudio para medir los niveles de felicidad de cientos de voluntarios. Ricard fue uno de ellos, y el monje francés manifestó una actividad notablemente superior al resto de los participantes, en la región del cerebro en la que se procesan los sentimientos positivos, principalmente la felicidad.
Compartió Dra Gladys Bessi
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