Tres formas hay de silencio: el primero es de palabras, el segundo de deseos y el tercero de pensamientos.
El primero es perfecto, más perfecto es el segundo y perfectísimo el tercero.
En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de pensamientos, el interior recogimiento.
No hablando, no deseando, ni pensando, se llega al verdadero y perfecto silencio místico, en el cual habla Dios con el alma, se comunica y le enseña en su más íntimo fondo la más perfecta soledad y alta sabiduría.
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