Ser transparente...
A veces, suelo preguntarme porqué es tan difícil
ser transparente… creemos que ser transparente
simplemente es ser sincero, no engañar a los otros.
Pero ser transparente es mucho más que eso.
Es tener el valor de exponerse, de ser frágil,
de gritar, de decir lo que sentimos...
Ser transparente es desnudarse el alma,
es dejar caer las máscaras, bajar las armas,
destruir las inmensas y pesadas paredes
que nosotros insistimos tanto en construir…
¡Ser transparente es permitir toda nuestra
dulzura aflore, desabroche, transborde!
Pero infelizmente, casi siempre, la mayoría
de nosotros decide no tomar ese riesgo.
Preferimos la dureza de la razón a la luminosidad
que expondría toda la fragilidad humana.
Preferimos el nudo en la garganta a las lágrimas
que nacen de lo más profundo de nuestro ser...
Preferimos perdernos en una búsqueda loca
de respuestas inmediatas a simplemente rendirnos
y admitir que no sabemos, que tenemos miedo.
No importa qué doloroso es tener que construir
una máscara que nos distancie cada vez más,
preferimos eso para mantener una imagen que nos de
la sensación de protección... Así, vamos ahogándonos
cada vez más en palabras falsas, en actitudes falsas,
en sentimientos falsos, no porque seamos personas
mentirosas. Mas, porque, como hojas secas,
nos perdemos de nosotros mismos y ya no sabemos
dónde está nuestra dulzura, nuestro amor más intenso
y no contaminado.
Con el pasar de los años, un vacío frío y oscuro nos hace
percibir que ya no sabemos dar ni pedir lo más precioso
que tenemos para compartir con los hermanos: dulzura,
compasión, comprensión…
Sufrimos, nos sentimos solos, inmensamente
tristes y lloramos calladamente antes de dormir.
Los latidos gritan dentro nuestro por no tener el valor
de mostrarnos a quienes más amamos.
En un silencio que nos lleva a la nostalgia de
“nosotros mismos”, de aquello que pulsa y grita
dentro de nosotros, mas que no tenemos coraje
de mostrar a aquellos que más amamos.
Porque, equivocadamente, aprendimos que es mejor
atacar, acusar, criticar y juzgar que simplemente decir:
“estamos hiriéndonos… !paremos por favor¡”
Porque aprendimos que decir eso, es ser débil,
es ser tonto, es ser menos que el otro,
cuando, en realidad, si dejáramos que nuestra razón
escuche también a nuestro corazón, podríamos
evitar tanto dolor...
No debemos tener miedo de las confrontaciones,
mas sugiero que nos permitamos explotar toda nuestra dulzura.
Que consigamos no atraer el lamento, no contener la risa,
no esconder tanto nuestro miedo y no querer parecer
tan invencibles… que consigamos no intentar controlar tanto,
competir tanto…. que consigamos vivir dulcemente…
servir…AMAR... Recordando que “la vida es tan corta
y la tarea de vivirla es tan difícil que cuando comenzamos
a aprenderla, ya es hora de partir...”
Y que cada año sea, sin perder nuestro carácter,
más corazón, mucha más dulzura, inundado de un amor
transparente, a pesar de todo el riesgo que eso significa…
Sigamos en la certeza de que...TODO PASA...
Que consigamos dulcemente vivir, sentir, amar...
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