Hola La mesa, hijo, está tendida,
En blancura quieta de nata,
Y en cuatro muros azulea,
Dando relumbres, la cerámica.
Esta es la sal, este el aceite
Y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
No está ni en fruta ni en retama,
Y da su olor de espiga y horno
Una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
Con dedos duros y palma blanda,
Y tú lo miras asombrado
De tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
Que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
Y son del sol y de la azada;
Pero este pan "cara de Dios"
No llega a mesas de las casas;
Y si otros niños no lo tienen,
Mejor, mi hijo, no lo tocarás,
Y no tomarlo mejor sería
Con mano y mano avergonzadas.
Grabriela Mistral