Entre tanto tumulto, ruidos y carreras se olvida uno al conversar de sacar esas ideas que sirven
para echar raíces, y esas raíces que sirven para sostener la amistad sin medir los años.
La vida moderna ha eliminado el espacio para conversar. Y ha empezado a llamar superfluo
a ese tiempo en que cada persona da su mensaje, su palabra tibia, abre sus alforjas y
enciende su luz. Con la vida moderna nos hemos acostumbrado a mirar “por fuera”,
atendiendo sólo al fichero numerado de trabajos, lugares, cosas. Y olvidando que también
por dentro hay un espacio inmenso que llenar. Y que en ese espacio tenemos obligación
de colgar mariposas, sueños, milagros…
Tenemos obligación de conversar con palabras que sean llaves para ver de qué agoniza
el hombre detrás de cada puerta. Y de qué enfermedad padece que lo está haciendo morir
poquito a poco, todos los días.
Conversa para que la vida de los demás palpite con tu vida.
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
(Es copia parcial