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Con la mirada lánguida con hambre mirando el campo con su poca fe cual si quisiera regar con su llanto la tierra fértil que ahora ya no es.
Y aquel gran hombre triste campesino alzó los brazos, suplicante al cielo miró a lo lejos romperse en pedazos de surco en surco su más grande anhelo.
Pero su esperanza no se rompería porque con el alma, con el corazón cuan humilde era encontró la calma pidió al Dios del cielo, dijo en su oración:
Tú Señor nos diste esta tierra santa y hoy nadie levanta ni un triste maíz y esa flor marchita, que ayer fue radiante murió su semblante desde su raíz por eso te pido te suplico y lloro que escuches, este corazón vacío porque por las noches casi desvarío llora conmigo ¡Señor te lo imploro! ya verás diosito que llorando así esta tierra santa será tu jardín y para nosotros un cacho de cielo.
Luego hubo viento, viento y suave brisa que juntó, ¿cuántas nubes? No lo sé pero que tronando como mil gargantas rugieron juntas, ¡qué grande es la fe!
Y aquel gran hombre de felicidad alzó los brazos los juntó en su pecho cayó de bruces con los pies descalzos perdió la vida sobre su barbecho.
Desconozco autor.
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