"Cuando era niña me bañaba una vez al mes" me decía una señora "por eso, ahora yo me baño diario, aunque esté enferma. Después de bañarme, me siento bien ¡Ojalá tuviera más traumas!".
Exacto. El dolor me hiere y me recuerda algo que no me gusta, por eso cuando transformo esa sensación en oportunidad para cambiar y no repetir, soy mejor persona y crezco.
Odio el dolor, pero gracias a él crezco cada día. El dolor me enseña. El dolor es mi maestro.
Colaboración de Edgar Martínez