El espejo
Me instalo frente a ti, miro tus ojos y vigilo el espacio donde tu voz me busca. Me estremece el dolor del encuentro imprevisto, la sed con que te acercas al borde de mi sombra, el hueco que descubres en la luz de mi espejo. La soledad me arropa. Sólo en la noche existo. Y nunca me detengo sobre el mismo minuto en el que tú te apoyas para seguir llamándome. Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste del idioma heredado. Cuéntale a las palabras las historias oscuras que sólo tú conoces; diles cómo te asusta mi presencia y mi odio, cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida. A veces, en el centro mismo de tu pregunta, me reconozco y corro hacia otra oscuridad: es amargo encontrar al final de un abrazo mi propio grito erguido y mi propio deseo. Por eso me divido, me desdoblo y me hundo en heridas distintas: me da miedo encontrarte. Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas saben a mí, y me escuece el recuerdo adherido al tiempo conciliado, al tiempo único en que la conjunción habitó nuestras sangres.
De "Maneras de estar solo"
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO
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