CARNAVAL EN VENECIA
Mi mamá me regaló un libro de viajes con muchas fotografías y relatos.
El que más me gustó decía que en Italia, un país del continente europeo existe
una de las ciudades más bellas del mundo: Venecia. Es muy antigua.
La parte que más visitan los turistas está formada por muchas islas comunicadas
entre si por más de cuatrocientos puentes, ya que en vez de calles tiene canales.
Para transportarse la gente utiliza unas embarcaciones llamadas góndolas.
Son especiales para navegar sobre poca profundidad. Los que las conducen se llaman gondoleros.
La ciudad tiene numerosos palacios como los de los cuentos de hadas.
Los frentes tienen mármoles, obras de arte realizadas con mosaicos muy pequeños,
pinturas adornadas con oro y escalinatas que llegan hasta el agua. En la plaza principal,
San Marcos, se encuentra la basílica dedicada al santo, un campanario y el palacio Ducal.
Durante el día llegan miles de palomas que caminan y vuelan con total tranquilidad
entre los turistas de todas partes del mundo.
Como Venecia es un tesoro de la humanidad la gente está muy preocupada porque,
al estar construida sobre suelo muy blando, cada año se hunde un poco más.
Hoy hay muchas empresas benefactoras que están trabajando para detener el hundimiento.
En esa bellísima y elegante ciudad nació en carnaval, en el año 1662.
Al principio era solo una fiesta para la gente rica, aristocrática, que participaba de los juegos,
diversos espectáculos y fuegos artificiales; más adelante se extendió a toda la sociedad.
Las personas se cubrían el rostro con unas máscaras muy adornadas llamadas "la banta".
Actualmente la fiesta dura varios días y es la mayor animación cultural y turística
organizada en torno al tema de la máscara que es lo más importante del carnaval.
Cuando nació, la gente no se disfrazaba con poca ropa y muchas plumas como se usa ahora
en Corrientes y Entre Ríos de Argentina o en Brasil. La vestimenta era muy elaborada,
ostentosa y creativa, al igual que las máscaras. Los trajes se confeccionaban con telas
de seda, oro, plata y se adornaban con encajes. Los enormes palacios lucían arañas de cristal,
pinturas al fresco en paredes y cielorrasos, además de espejos y cuadros.
Allí se organizaban bailes lujosos con orquestas en vivo.
Durante la noche, entre dormido, imaginé que me encontraba en uno de esos palacios
vestido como un príncipe. Había muchísima gente con máscaras bellas y extrañas.
Me llamó la atención la que llevaba un hombre todo vestido de negro; usaba el pelo atado
atrás con una cinta también negra. Su máscara era aterradora, negra, con los bordes
de las aberturas de los ojos pintadas de blanco fosforescente; tenía además una nariz
larga y ganchuda. Unos dibujos como cuchilladas decoraban la frente y las mejillas.
El hombre comenzó a perseguirme, yo trataba de pasar desapercibido entre los bailarines
que hacían reverencias al compás de la música. Cada vez que miraba para atrás veía sus ojos,
a través de los huecos de la máscara, fijos en mi. Poco a poco los personajes se fueron
diluyendo. Desaparecieron como fantasmas. Hasta el hombre negro se esfumó.
A la mañana siguiente estaba seguro de que todo había sido solo un sueño.
Después del desayuno le pedí a mamá unos cartones, cartulinas, tijeras, pegamento
y pinturitas para fabricarme una máscara para asustar a mis amigos.
”La vida es un carnaval porque todos van disfrazados.”
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