Hu-Ssong pidió a sus discípulos que le ayudaran a quitar las piedras del sitio en el que quedaría el jardín. Uno de ellos, el menor, se empeñaba en mover por sí solo una gran piedra... y no lo conseguía. -Maestro -dijo a Hu-Ssong por fin-, no puedo mover esa piedra. -¿Ya usaste toda tu fuerza? -le preguntó Hu-Ssong. -Sí -respondió el discípulo-. Apliqué toda mi fuerza y no logré moverla. -Perdona -le dijo entonces el filósofo-, pero creo que no has usado en verdad toda tu fuerza. -¿Por qué dices eso, maestro? -se confundió el muchacho. -Lo digo porque a nadie has pedido que te ayude... Muchas veces nuestra fuerza mayor estriba en reconocer nuestra debilidad y en tener la humildad de pedir la ayuda de otros. El alumno entendió lo que decía Hu-Ssong. Dejó a un lado su orgullo y rogó a sus compañeros que le ayudaran. Así, con todas sus fuerzas -la suya y la que le dieron los demás- pudo mover la piedra
ARNOLDO FUENTES AGUIRRE.
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