Juan Pablo II, el retroceso
Karol Wojtyla fue elegido para el trono pontificio en 1978, después de la muerte “rara”( el autor de este escrito dice otra cosa más fuerte) de Juan Pablo I.
Se elige entonces a Karol Woityla, quien toma el nombre de Juan Pablo II. ¿Cuál fue su proyecto?
A)Fue un muy ambicioso proyecto político-religioso de poder, en el que figuraba el desmontar la democratización que se había promovido en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II. Toda la impronta de Juan Pablo II fue en contra de esta democratización que, por una parte, se expresaba en la colegialidad episcopal, o sea, en el poder mayor dado a los obispos en cuanto colegios, o reuniones de obispos y en los consejos presbiterales que se abrían en cada una de las diócesis, además de la apertura que se había dado en la Iglesia, de manera que también los laicos tuviesen la palabra.
El proyecto de Juan Pablo II implicaba volver a jerarquizar completamente la Iglesia, volverla a cerrar, a reestructurar la estructura jerárquica de la Iglesia y más que jerárquica, monárquica, resaltando enfáticamente y afirmando la infalibilidad de la Iglesia, que reside en el Papa. Lo que significa, a su vez, reprimir las disidencias y suplantar en lo interno el diálogo por la imposición. La categoría fundamental de la encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI era el diálogo.
Abría el diálogo en distintas instancias, tanto en lo interno de la Iglesia como en sus relaciones con el exterior. Lo que hizo Juan Pablo II fue cerrar este diálogo y en lugar del diálogo, la imposición y la recuperación de la obediencia como valor fundamental.
Para poder realizar este proyecto, en primer lugar, se dio a la tarea de remover, controlar, limitar a los obispos comprometidos con los derechos humanos, por ejemplo, con las mujeres, con los homosexuales en el Primer Mundo. Es decir, el tema de la Iglesia en el Primer Mundo era el problema de los derechos humanos, o sea, de las minorías marginadas, reprimidas. Y la represión se abatió fundamentalmente sobre los obispados de Holanda y de Francia, que fueron prácticamente desmontados por Juan Pablo II.
Habían sido las iglesias más avanzadas en el Primer Mundo y terminaron siendo prácticamente reducidas al silencio. Toda la teología progresista que había elaborado Francia durante una época, desapareció.
Para la implementación del proyecto era necesario controlar a los sectores populares del Tercer Mundo. Aquí el compromiso de la Iglesia en el Tercer Mundo era fundamentalmente con los sectores populares, con los movimientos de liberación, movimientos sociales, etc.
La represión se abatió sobre el cardenal Arns de San Pablo, el que acogió a las Madres de Plaza de Mayo, que no eran recibidas por la jerarquía argentina El cardenal Arns se había transformado en vocero de las Madres, llevó el asunto al Vaticano e hizo público el tema de los desaparecidos en la Argentina. Pues bien, el cardenal tenía una diócesis muy grande con un trabajo creativo de comunidades de base. Juan Pablo II le fue creando otras diócesis, recortándole el territorio.
En México se llevó un estricto control sobre Monseñor Méndez Arceo, el obispo de Cuernavaca, al que, apenas cumplidos los 75 años, le acepta inmediatamente la dimisión. De acuerdo a una norma establecida por el Concilio Vaticano II, cuando los obispos cumplen los 75 años tienen que presentar su dimisión, pero el Vaticano se reserva aceptarla o no. Es llamativo, porque las de todos los que estaban comprometidos con los sectores populares son aceptadas al día siguiente.
En cambio la aceptación de la dimisión de obispos de derecha, a veces son aceptadas después de varios años. Es el caso de monseñor Juan Carlos Aramburu. Es que aquí había otro problema. Era necesario esperar la sucesión presidencial. Recién se nombra a Antonio Quarracino cuando es elegido Menem, porque el obispo elegido debía estar en consonancia con la política del nuevo presidente.
Monseñor Arnulfo Romero, el obispo de San Salvador, era objeto de una cruel persecución por parte de los sectores directamente ligados al imperio norteamericano. El va entonces para plantearle al Papa la situación no solamente suya, sino de la Iglesia y el pueblo salvadoreño. Le planteó el peligro real que estaba corriendo. La respuesta del Papa fue que no exagerase. Lo largó, lo dejó completamente solo.
Durante mi exilio en México, fui profesor del Ites -Instituto Teológico de Estudios Superiores- ubicado en la línea de la Teología de la Liberación. No se trataba de un Instituto “marginal” de la Iglesia, porque dependía de diez congregaciones religiosas. Juan Pablo II lo cerró. Por lo demás, es muy llamativo todo el proceso de cómo se llega al cierre del instituto, porque primero se creó un tribunal para juzgar la teología de los profesores, para ver si había errores teológicos. Los profesores nos presentamos ante el tribunal, presentamos los programas, todo, a ver si descubrían cuál era el error teológico que teníamos.
El tribunal no pudo encontrar los supuestos errores teológicos. Entonces vino la presión desde arriba para cerrar el instituto. No se aceptó. Presionaron a las congregaciones de las que dependía el instituto. Éstas resistieron las presiones y entonces vino directamente del Vaticano la orden del cierre.
Algunas congregaciones quisieron hacerse cargo y entablar renegociación con el Vaticano, pero fue absolutamente imposible. El instituto se cerró. Lo pongo como ejemplo de la censura y persecución del pontificado de Juan Pablo II a todos los obispos, instituciones y movimientos que estaban comprometidos con los sectores populares.
En segundo lugar era necesario perseguir, destruir, cooptar a los teólogos de la liberación. Los casos más sonados, los más conocidos, son los de Leonardo Boff, en Brasil, y de Gustavo Gutiérrez, en Perú.
Recuerdo que estando en México, al poco tiempo de que había sido elegido Papa Juan Pablo II, un periodista del Vaticano, charlando conmigo me dijo que él estaba un poco preocupado por la actitud que estaban tomando los teólogos de la liberación, pues estaban tratando de acomodarse un poco a la política que estaba implementando Juan Pablo II. “No se engañen ustedes, añadió, lo que quiere el Papa es destruirlos. Si no tienen en claro eso, ustedes se van a equivocar completamente”.
Gustavo Gutiérrez, que es uno de los grandes teólogos de la liberación, intentó de todas maneras permanecer en la estructura eclesiástica en el Perú, bajando un poco determinadas opciones de la liberación, pero lo cercaron continuamente, tanto que finalmente encontró refugio en la orden dominica francesa y está en Francia. Leonardo Boff creyó que podía seguir.
Entonces lo llama Ratzinger, le hace un juicio en Roma, le impone el silencio durante un año. Lo cumple. Durante un año no publica. Después comienza a publicar de vuelta. Lo llaman nuevamente. Finalmente se cansa y dice que no hay nada que hacer, porque la Iglesia no perdona, no accede a ningún tipo de diálogo. Abandona el ejercicio sacerdotal. Por suerte su producción sigue muy viva, su actividad con los sectores populares muy activa.
Se requería perseguir a los teólogos de la liberación en el Tercer Mundo y a los críticos de la dogmática fundamentalista católica, en el Primer Mundo. En este caso dos de los teólogos más importantes son Schillebecx, en Holanda, y Hans Küng, en Alemania. Hans Küng tiene una gran producción teológica. Quien quiera tener una panorámica general del cristianismo, del islamismo y del judaísmo puede recurrir a los tres tomos escritos por él sobre esos temas. Es un filósofo y un teólogo muy consultado.
Él redactó toda una ética mundial con un aporte fundamental de las religiones mundiales, tanto del budismo y del islamismo como del judaísmo y del cristianismo. A todos teólogos como él que habían sido puntales en la elaboración teológica del Vaticano II, Juan Pablo II les quitó la posibilidad de enseñar en los institutos católicos.
En tercer lugar, para realizar ese proyecto era necesario dar el poder en lo interno a una organización piramidal jerárquica, con manejos mafiosos, como es el Opus Dei, desbancando a los jesuitas de la posición preeminente que tenían en la Iglesia debido a las “desviaciones” jesuíticas, sobre todo en el Tercer Mundo, porque muchos jesuitas se habían comprometido seriamente con la Teología de la Liberación. Esto evidentemente no era funcional al proyecto Papal.
En cambio una organización con una orientación fascista, como el Opus Dei, le era completamente funcional. Es por ello que lo declaró “prelatura personal”, o sea, que pasó a depender directamente del Papa. Por otra parte, apresuró la canonización de Videla Balaguer que es el fundador del Opus Dei.
B) El proyecto de Juan Pablo II significó ampliar las bases de la Iglesia mediante la puesta en escena de actos litúrgicos multitudinarios. Llevó a cabo este propósito mediante grandes escenificaciones. No hay que olvidarse que Juan Pablo II fue actor de teatro, escribió obras teatrales, actuó teatralmente.
Una vez en el Vaticano continuó con sus teatralizaciones. En su visita a la Argentina, cuando fue a Río Negro, los mapuches presentaron previamente sus críticas a la Iglesia por haber apoyado el robo de las tierras que les pertenecían. La contestación de Juan Pablo II fue ponerse el atuendo mapuche y exclamar: “Ahora el Papa también es un mapuche”. Una verdadera teatralización en lugar de una respuesta.
De esta manera, el resultado fue una Iglesia poderosa y populista. Creo que ésta es la mejor definición que podemos hacer de la Iglesia de Juan Pablo II, una Iglesia de gran poder. “Populista” es lo contrario de “popular”, porque lo popular es lo que se apoya realmente en el pueblo pero en función de las reivindicaciones populares, con la participación y con el protagonismo popular. En cambio populista es el manejo demagógico de las necesidades populares, hecho desde arriba.
C) El proyecto de Juan Pablo II implicaba también el sometimiento del ecumenismo a la autoridad vaticana. El Concilio Vaticano II fue el que planteó el ecumenismo como tarea de la Iglesia. El ecumenismo en la concepción cristiana católica significa la relación de las distintas iglesias cristianas entre sí. Es un ecumenismo en cierta forma restringido, porque ecumenismo quiere decir universalismo, y en este caso se trata del universalismo del cristianismo.
Con el Juan XXIII, Pablo VI y el impulso del Concilio Vaticano II había comenzado un movimiento ecuménico que movilizaba a los pueblos cristianos, a las bases. Lo que hizo Juan Pablo II fue someter este ecumenismo a las cúpulas. Interpretó fundamentalmente el ecumenismo como una relación cupular, relación de poderes, una manera de aumentar el poder de la Iglesia Católica.. D) Finalmente, el proyecto de Juan Pablo II implicaba emplear todo el poder de la Iglesia para destruir al “comunismo”, o sea a la ex Unión Soviética. Para eso hizo alianza con el neoliberalismo de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. En ese sentido es fundamental la encíclica Centésimus annus que fundamenta esta alianza necesaria para la lucha en contra del “comunismo”.
El objetivo de la citada Encíclica es celebrar la derrota del marxismo y legitimar la economía de mercado o capitalismo bueno, como solución para los países del Tercer Mundo.
Parte escrito recopilado de Rubén Dri
Filósofo y teólogo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ex integrante del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo
Cele -Celestino- ![JuanPabloIIelretroceso.jpg picture by celestino_014](http://i287.photobucket.com/albums/ll140/celestino_014/JuanPabloIIelretroceso.jpg?t=1246223832)
¡Adiós, Concilio Vaticano II, adiós!
Con pena lo decimos.
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