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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 25/07/2009 20:03 |
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Domingo 26 de Julio: 17 del tiempo ordinario
José Mª Castillo, teólogo
Jn 6, 1-15 “En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” (lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos?” Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo”, Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo”.
1. Por una serie de razones, que aquí no hay sitio para explicar, la eucaristía se ha deformado en la Iglesia hasta tal punto, que ya es prácticamente imposible reconocer lo que quiso Jesús. Y no digamos, si se trata de una misa de pontifical solemne en una catedral. El problema está en que la eucaristía tuvo su origen en las comidas de Jesús con la gente, especialmente en la multiplicación de los panes y en la cena de despedida. Pero todo eso ha desaparecido. Y la comida compartida se ha convertido en un ceremonial religioso que además no se entiende y a mucha gente ni le interesa.
2. Además, la misa se ha organizado de forma que la atención de los creyentes se centra en la presencia de Jesucristo y en la comunión. Otros, lo que desean es que la misa les aproveche para ser ellos mejores, para rezar por un difunto o quizá otra intención. Así las cosas, a muchos de los que van a misa no les interesa lo que de verdad quiso Jesús: la comensalía, la mesa compartida, destinada a construir una comunidad humana basada, no en la religiosidad, ni en la piedad y devoción, y menos aún en la sumisión al poder sacerdotal. La comensalía de Jesús con todos, empezando por los pecadores y descreídos, fue pensada para construir la convivencia y las relaciones humanas sobre la bondad, el respeto, la ayuda mutua y la solidaridad.
3. Jesús se hace presente en la eucaristía. Por eso, el derecho de los cristianos a celebrar la presencia de Jesús entre ellos está antes que el privilegio de los sacerdotes a presidir la misa. Cada día hay menos sacerdotes. Y más cristianos sin eucaristía. Y sobre todo más gente a la que ni le interesa ir a misa. La Iglesia se está desmoronando por sí sola. Los que mandan han conseguido que sólo les queden los grupos incondicionales.
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Cele -Celestino-
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Reportaje internacional
En España no se confiesa ni Dios
Muchos
católicos huyeron por culpa de los curas. El sacramento está de capa
caída. Solo el 15% de los católicos practicantes se confiesa
asiduamente. Un párroco, en tono jocoso, achaca la falta de penitentes
“a la competencia de los psicólogos”. Los pecados de hombres y mujeres
son distintos José Manuel Vidal
El Mundo ________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ Alerta roja en la Iglesia Católica ante la situación del sacramento de
la penitencia. La confesión está de capa caída. Clínicamente muerta. El
80% de los católicos españoles ha dejado de confesarse. Y eso que el
segundo mandamiento de la Iglesia obliga a los creyentes a “confesar
los pecados mortales al menos una vez al año”.
Pero ya muy pocos lo cumplen. Los confesionarios se quedan desiertos
mientras se pueblan las consultas de psicólogos, psiquiatras y todo
tipo de consejeros espirituales. Hasta el papa Ratzinger acaba de
advertir a los curas desde Roma: “No os resignéis jamás a ver vacíos
los confesionarios”.
-Ave María Purísima.- Sin pecado concebida. El saludo ritual del
penitente y la respuesta del confesor que lo acoge se oyen cada vez
menos en las iglesias españolas. Se ha convertido en el mero murmullo
ocasional de un sacramento destinado a desaparecer. ¿En poco tiempo? A
las 19:30 del pasado martes, en la parroquia del Sagrado Corazón de
Jesús de Usera (Madrid), unas 20 personas rezan el rosario.
En el confesionario, el padre Carrión, de 81 años, espera, como cada
día, la llegada de penitentes. Nadie se acerca, pero no se desanima.
“Es mejor no decir que estamos en crisis y pensar que vemos brotes
realistas y no ocultar una crisis real por grave que esta sea”. La
situación ha cambiado, pero a peor. Solo el 15% de los católicos
adultos se confiesa al menos una vez al mes.
Entre los jóvenes, el porcentaje no llega ni al 5%. Y eso, entre los
católicos convencidos. Entre los no practicantes, el 80% no se confiesa
nunca. Hasta el Penitenciario Apostólico de la Santa Sede, Gianfranco
Girotti, una especie de confesor mayor de la Iglesia, reconocía que el
50% de los católicos no considera necesario confesarse. Y se quedó
corto.
“La gente acude a comulgar sin confesarse”, se quejan los curas. “Y los
que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. No hay
conciencia de pecado”, advierten los obispos. Para muchos, incluso los
otrora famosos 7 pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira,
gula, envidia y pereza) ya no son vicios, sino, en ocasiones,
“virtudes”.
O, si acaso, pecadillos veniales de poca monta. Se van los pecados
clásicos y llegan otros nuevos: el genocidio, el terrorismo, el tráfico
de armas o de drogas, la corrupción, la especulación, la evasión fiscal
o los atentados contra el medio ambiente. Lo que poca gente sabe es que
también hay pecados que, aunque se confiesen, no los puede perdonar un
simple cura. Ni siquiera un obispo. Están reservados al mismísimo Papa.
Son cinco: robar hostias consagradas para ritos satánicos; violar el
secreto de la confesión; la pederastia; abortar o colaborar en el
aborto, y agredir u ofender al Papa.
Pecados excepcionales que los católicos cometen a menudo, porque la
Penitenciaría Apostólica, el organismo vaticano encargado de
examinarlos, dice que no da abasto. Pero tanto en Madrid como en el
resto de España se confiesa poco. “Es normal”, dice el párroco José
Pérez, mirando la iglesia de Santiago A Nova (Lugo) vacía. Las causas
de esta alergia son de lo más variadas. Y hay quien cree que a la
propia Iglesia le avergüenza constatar numéricamente la cuasi
desaparición de la confesión.
En 2008, la Santa Sede publicó en L’ Osservatore Romano, su periódico
oficial, siete nuevos pecados capitales para añadir a la lista vigente
desde el siglo VI. Todos con marcado carácter social: “No manipularás
genéticamente. No experimentarás con seres humanos. No contaminarás el
medio ambiente. No provocarás injusticia social. No causarás pobreza.
No te enriquecerás a expensas del bien común. No consumirás drogas”.
Pero los católicos más comprometidos tienden a confesarse de los
pecados sociales -“los que hacen daño a los demás”- pero no de los
personales.
Muchos católicos huyeron de los confesionarios por culpa de los propios
curas, que enfatizaban el temor y el castigo de Dios, veían pecado en
todo y generaban culpa morbosa.Y eso que, desde el Concilio, se
hicieron muchos cambios en la administración del sacramento y en la
actitud de los confesores. Los curas dejaron de preguntar aquello de
“¿cuántas veces y con quién?”.
También ha cambiado mucho el rol del confesor, que ha dejado de ser un
inquisidor-juez, para convertirse en un paño de lágrimas.
Incluso a la hora de preguntar, Roma les aconseja que lo hagan “con
tacto y con respeto a la intimidad”. Y les pide que no impongan”
excesivas penitencias”.
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que sucede con la iglesia???? perdió credulidad??? dos ejemplos que hoy me han sorprendido lo expuesto por Cele, y el artículo que publicaron en un periódico de mi país...
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