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Quedé contándoles lo que me decía mi amigo Joselito sobre los sentimientos que tenía la casa para él. Sigo la narración de los que me siguió diciendo:
"Ya ves,Cele, yo me podía haber comprado una casa, como todo el mundo. Ayer me compré un televisor en coló, por letras, 96 letras que firmé. Que dijo el tío: "¿a dónde mandamos las letras?" Le dije que a la calle Prado número 22. "Ese es el juzgado, ¿no?". Po allí van a ir toas.
No me voy de mi casa, Cele, porque yo le dicho a ella, a mi mujé: mira, en este rincón de esta habitación, nació aquí mi madre, y mi padre en este tabique que separa la vivienda. Y se enamoraron y jugaron en este patio, y se casaron, y nacieron mis hermanos y esta porquería, que tienes aquí delante, Cele. Y aquí murieron mis padres. Y por eso yo digo: ¡No me voy! Y ya ves que yo no me quiero acordar de mi infancia, porque yo acordarme de la infancia, es algo terrorífico, porque yo he conocío y mi familia, la guerra y la postguerra y el año 40, y he pasao tanta hambre que no me da vergüenza decirlo. Ya ves como estaría la cosa en mi casa, que cuando dijo Dios: "Hágase la luz", ya debía mi madre tres recibos. En el año 40 llamaban a la puerta y decía mi madre: "¿Quién es?". "El basurero". "Po déjame tres bolsas".
Yo tenía 16 años y todavía no me había puesto un traje, ni unos zapatos. Y mi madre juntando pesetas a pesetas, la pobrecita, me compró un traje en unos almacenes que le costó ¡mil pesetas!, en la víspera de semana santa, no se me olvidará en la vida. Y el Domingo de Ramos me puse el traje; el traje de mil pesetas olía a algodón de mecánico arrebujao con aceite de arenque. Me puse el Domingo de Ramos el traje y como no tenía zapatos, po mi hermana me pintó el pie de negro y con una tiza me pintó los cordones. Y me fui a ver salir la procesión de la Borriquita, ¡que me tenían que haber matao! Porque me metí en la bulla, empezó a llover y no me podía salir. Empezó las hombreras de la americana a mojarse, ¡y mira!, empezó la americana a subirse pa arriba, y venga la americana pa arriba... Con las carterilla de los bolsillos me hice dos sebaduras debajo del sobaco. ¡Me tuvo que desnudar mi madre con un soplete! La americana la dejó pa agarradó de la plancha. Fíjate, Cele, cómo se quedaría la americana. ¡Hombre, si terminó la guerra y nos dieron una bandera franquista para ponerla en la terraza... y le hizo mi madre con la bandera unos calzoncillos a mi padre, que no tenía! Y mi padre se llevaba tó el día rascándose el "mojín", y le decía mi madre: "¿Qué te pasa , hijo?". "¡Tú sabes los picotazos que me da el águila del escudo, hija, aquí!". Mira, le tenía las cachas coloraítas, al pobrecito. Y es triste contarlo: Mi padre murió de hambre, murió mirando un almanaque de jamón de Jabugo, y lo tuvimos que enterrar con los ojos abiertos. Así iba en la caja...no hubo forma de cerrárselos. Ya ves, mi padre me llevaba a mi una cuarta, era muy alto. Se tomaba un yogurt y le llegaba al estómago caducado. Po pasaría hambres que cuando se murió se quedó así..., tan chico, que llegó mi tía al velatorio y le dice a mi madre: "¿a dónde está?", y le dice mi madre llorando: "¡ahí está, en la habitación de al lao!". Sale mi tía pa afuera y dice: "Oye, en la cama no está", y dice mi madre: "¡Ea, otra vez se lo ha llevao el gato a la terraza!"
¡Que mala suerte! Y así nos fuimos criando en la casa, hasta que mi hermano mayó, gracias a Dios, que le dio por estudiá electrónica. Porque , claro, ahora mismo la electrónica está a la cabeza del mundo, el es futuro del mundo.
Bueno, te dejo, Cele, ya te veré otro día."
Hasta aquí, mi amigo Joselito. Tristes recuerdos, aunque me hace reír como lo cuenta. ¡Que vida más triste pasaron tantas personas!
Cele -Celestino-
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